Los jueces solo conceden la custodia compartida en el 4,7% de los divorcios
Una sentencia del Constitucional abre la vía para adoptar esta medida sin el visto bueno del fiscal
30.12.12 - 17:43 -
Nueve de cada diez procesos de divorcio o separación con hijos de por medio acaban con la custodia en manos de las madres. Los jueces solo conceden la custodia compartida a los dos progenitores en el 4,7% de los casos y en el 6,5% restante a los padres. Esta situación podría cambiar en los próximos meses si se aplica una reciente sentencia del Tribunal Constitucional –dictada el 17 de octubre– que abre la posibilidad a los titulares de los juzgados de aplicar la custodia compartida sin recibir el visto bueno, como ocurría hasta ahora, por parte del Ministerio Fiscal.
El alto tribunal declaró inconstitucional el artículo 92.8 del Código Civil, que recogía la obligación del juez de contar con el informe favorable del fiscal a la hora de acordar la guarda y custodia compartida de los hijos. Ahora se elimina el término ‘favorable’ de la redacción de este artículo, según recoge el citado fallo, cuya ponente fue la magistrada Encarnación Roca y Trías.
¿Eso supondrá un vuelco en el resultado tradicional de los procesos de guarda y custodia? El letrado matrimonialista Jaime Sanz, del bufete Safe Abogados, considera que la sentencia «supone una verdadera revolución al abrir la posibilidad a los jueces de otorgar la custodia compartida si se dan las circunstancias para ello aún con el informe desfavorable del fiscal», aunque matiza que, a su juicio, «los jueces acabarán resolviendo en la práctica lo que diga el fiscal a fin de apoyarse en alguien y, en caso de problemas, no tener responsabilidad al adoptar la medida conforme al fiscal y al informe psicosocial».
Los datos de los últimos tres años en cuanto a la concesión de la custodia compartida dejan bien claro que esta medida es a día de hoy minoritaria. Solo 77 parejas vallisoletanas (4,7%) la obtuvieron de las 1.616 que afrontaron un proceso de custodia durante su divorcio o separación entre los años 2009 y 2011. El porcentaje, además, representa casi la mitad de la media tanto autonómica (9,4%) como nacional (10,8%) de custodias compartidas.
Debate de la segunda cadena,
Gallardón reabre el debate sobre la custodia compartida
Justicia reformará el Código Civil para que el juez pueda establecer este régimen aunque no haya acuerdo entre los padres. Las expertas feministas lo consideran "innecesario" y un peligro para la salud de los menores
OTRAS OPINIONES.......................
SOBRE ESTE TEMA....................
#custodiacompartida por Cristina López Schlichting - ORIGEN DE ARGUMENTO
Detrás del valiente impulso del ministro Gallardón a la custodia compartida se esconde un extraordinario cambio de época. Con dos novedades principales: el final del feminismo jurídico, que otorgaba la custodia de manera automática a la madre, y la entrada oficial de los varones en el estatus pedagógico reconocido. En román paladino: que los padres son imprescindibles para educar. La incorporación de la mujer al trabajo y al poder económico nos llevó por un tiempo al espejismo de que los hombres era eliminables en casa. Ellas eran tan competentes como ellos fuera del hogar, pero ellos eran incapaces de mantener el ritmo doméstico y el laboral simultáneamente… así que concluimos que, en caso de separación o divorcio, los hijos debían permanecer con ellas. El tiempo ha ido colocando las cosas en su sitio. Para empezar, la ruptura matrimonial ha perdido el halo trágico y de condena social del pasado, pero, a la vez, se ha demostrado como un mal. Es verdad que es peor un matrimonio fracasado que una separación, pero eso no hace buena la segunda opción. Por fin se empieza a hablar de la ruina económica que trae el divorcio, los problemas de los niños, las dificultades educativas, la soledad y el desconcierto amoroso del hombre y la mujer. Las ciudades se han convertido en hervideros de «singles» que trabajan de día y alternan de noche, sin tiempo ni ganas para la prole. Así las cosas, en caso de ruptura, ¿por qué han de quedarse los hijos con las madres? No es sólo que cada vez haya más hombres dispuestos a darlo todo por sus hijos –tiempo y dedicación incluidos–, es que ya está muy extendido el fenómeno de la madre que no «puede» literalmente con el chico rebelde que le hace frente y que se vuelve violento por falta de un padre que le ponga freno. En estos años hemos aprendido que hombres y mujeres son profundamente diferentes y que, así como la madre está muy dotada para el cuidado y la ternura, el padre existe entre otras cosas para poner límites. Con la iniciativa del ministro de Justicia se da un paso para la modernización de las disposiciones matrimoniales que, si bien no subsanará la ruptura del divorcio, sí ayudará a que los hijos se beneficien de la educación proporcionada por ambos cónyuges, al menos allí donde el juez estime que hay dos personas equilibradas y responsables dispuestas a hacerse cargo por igual de sus responsabilidades. Es cierto que la custodia compartida es cara. Básicamente, exige dos viviendas grandes, que casi nadie tiene; o la disposición a dejar el hogar a los hijos y turnarse los padres en la asistencia a la casa común, pero nadie dice ya –sólo las personas contaminadas ideológicamente– que el divorcio o la separación sean baratos ni fáciles. Son circunstancias dolorosas de las que sólo cabe esperar salir con el menor daño posible, sobre todo para los hijos.
Detrás del valiente impulso del ministro Gallardón a la custodia compartida se esconde un extraordinario cambio de época. Con dos novedades principales: el final del feminismo jurídico, que otorgaba la custodia de manera automática a la madre, y la entrada oficial de los varones en el estatus pedagógico reconocido. En román paladino: que los padres son imprescindibles para educar. La incorporación de la mujer al trabajo y al poder económico nos llevó por un tiempo al espejismo de que los hombres era eliminables en casa. Ellas eran tan competentes como ellos fuera del hogar, pero ellos eran incapaces de mantener el ritmo doméstico y el laboral simultáneamente… así que concluimos que, en caso de separación o divorcio, los hijos debían permanecer con ellas. El tiempo ha ido colocando las cosas en su sitio. Para empezar, la ruptura matrimonial ha perdido el halo trágico y de condena social del pasado, pero, a la vez, se ha demostrado como un mal. Es verdad que es peor un matrimonio fracasado que una separación, pero eso no hace buena la segunda opción. Por fin se empieza a hablar de la ruina económica que trae el divorcio, los problemas de los niños, las dificultades educativas, la soledad y el desconcierto amoroso del hombre y la mujer. Las ciudades se han convertido en hervideros de «singles» que trabajan de día y alternan de noche, sin tiempo ni ganas para la prole. Así las cosas, en caso de ruptura, ¿por qué han de quedarse los hijos con las madres? No es sólo que cada vez haya más hombres dispuestos a darlo todo por sus hijos –tiempo y dedicación incluidos–, es que ya está muy extendido el fenómeno de la madre que no «puede» literalmente con el chico rebelde que le hace frente y que se vuelve violento por falta de un padre que le ponga freno. En estos años hemos aprendido que hombres y mujeres son profundamente diferentes y que, así como la madre está muy dotada para el cuidado y la ternura, el padre existe entre otras cosas para poner límites. Con la iniciativa del ministro de Justicia se da un paso para la modernización de las disposiciones matrimoniales que, si bien no subsanará la ruptura del divorcio, sí ayudará a que los hijos se beneficien de la educación proporcionada por ambos cónyuges, al menos allí donde el juez estime que hay dos personas equilibradas y responsables dispuestas a hacerse cargo por igual de sus responsabilidades. Es cierto que la custodia compartida es cara. Básicamente, exige dos viviendas grandes, que casi nadie tiene; o la disposición a dejar el hogar a los hijos y turnarse los padres en la asistencia a la casa común, pero nadie dice ya –sólo las personas contaminadas ideológicamente– que el divorcio o la separación sean baratos ni fáciles. Son circunstancias dolorosas de las que sólo cabe esperar salir con el menor daño posible, sobre todo para los hijos.
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