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En cuestiones de espionaje electrónico, el que no corre, vuela. Francia, que hace solo unos días protestó de forma oficial –si bien lo hizo débilmente- por el férreo control estadounidense de las comunicaciones de sus presuntos aliados europeos, tiene su propio Big Brother, una especie de hermano pequeño de Prisma, en pleno funcionamiento desde hace años. Se trata de un sistema de espionaje masivo, centralizado en unas supercomputadoras que ocupan tres pisos subterráneos de la sede de la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE), en París, y que escruta millones de llamadas de teléfono, correos electrónicos, cuentas de redes sociales y mensajes de móvil cada año. La peculiaridad del sistema francés de vigilancia masiva es que controla y almacena los datos privados de forma clandestina e ilegal, según reveló este jueves el diario "Le Monde".
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