Violencia psicológica, violencia económica, violencia institucional. Todas machistas, por supuesto. Siete de cada diez mujeres maltratadas por el varón. ¡Joé!, lo que maltratamos los varones. No sé de dónde sacamos tanto tiempo para maltratar.
Son los mimbres habituales de la ideología de género, conocida como ideología del género… tonto. Ni masculino ni femenino: tonto de baba.
Mire usted, asegurar que el hombre ejerce la violencia física contra la mujer es lógico. Triste pero lógico. Cuando dos personas se dan al desamor, lo lógico es que cada cual utilice sus armas, y el arma del varón es su mayor fuerza física. Y eso es un abuso.
Ahora bien, hablar de violencia psicológica del varón es una mentira y, además, mentira machista. Decir que el varón es quien utiliza la violencia psicológica contra las mujeres es decir que la mujer es idiota, porque también es más débil su psicología. Y no, no lo es. Es más, por mor de su inferioridad física, suele tener más afilada su arma psicológica.
Lo peor de la ideología de género es que sólo trata de castigar al varón, en lugar de intentar reducir la violencia, que procede de una humanidad que no entiende el compromiso y queconsidera el voto de matrimonio como poco menos que una tempestad de emoción, algo que él y ella pueden romper en cualquier momento por cualquier causa.
La ideología de género, promueve, al mismo tiempo, también, todo tipo de embustes. Es como el calentamiento global, cuyos agoreros, que con un inverno tan frío como el que estamos sufriendo en el hemisferio norte, ya no hablan de calentamiento global sino de cambio climático. Así no se sabe si es hacia el calor o el frío pero, en cualquier caso, es muy grave. Tan grave como la ideología del género tonto.
¿No sería más eficaz defender la estabilidad familiar y valorar el compromiso, la entrega, como el postulado básico del matrimonio? Lo que hay que hacer es terminar con la guerra de géneros, la guerra más estúpida que se libra en la actualidad, donde dos ejércitos, llamados a cooperar, se dedican a pelear. Pero eso, al feminismo, que siempre acaba en lesbianismo, le importa una higa.